lunes, 23 de agosto de 2010

EL CINE DE LA NACIÓN CLANDESTINA

Por: Claudio Sánchez

La necesidad es el motor de muchos de los trabajos realizados sobre cine en Bolivia, sin duda alguna ella obedece a diferentes impulsos. Si en la década del 80 los autores habían apostado por acabar con los vacíos históricos a partir de investigaciones profundas que ayudaran a definir lo más claramente posible la vida del cine en Bolivia, en la década de los 90 la figura fue distinta. El entusiasmo con el que se había trabajado durante los 70 y 80 a la sombra de personalidades como Renzo Cotta, Amalia de Gallardo o Luis Espinal (este último asesinado en 1980 por órdenes del general Luis García Meza) había disminuido de una manera alarmante. Hay que reconocer que las Notas Críticas publicadas por la Cinemateca Boliviana eran el gran referente de las publicaciones impresas especializadas en el séptimo arte en nuestro país, y esto se debe al incansable trabajo realizado por Pedro Susz y Carlos Mesa, más allá de este material son muy pocos los trabajos que se han presentado entre 1990 y 2007 que enriquezcan nuestra cultura cinematográfica.

Como hemos dicho antes los libros de historia sobre el cine en Bolivia han sido escritos entre 1982 (Alfonso Gumucio, Historia del cine en Bolivia) y 1985 (Carlos Mesa, La aventura del cine boliviano) después de este periodo son muy pocos los trabajos que han continuado la investigación cuantitativa muy próxima a la cualitativa de la cinematografía nacional. El cine de la nación clandestina (Santiago Espinoza y Andrés Laguna) busca en la historia reciente (los últimos 25 años) aquellos elementos que han cambiado y alimentado un cine que en esta etapa encuentra varios de sus hitos más importantes, sus referentes más sólidos y cambia desde su nuevos formatos las formas de hacer y pensar el séptimo arte.

La nación clandestina se estrenó en La Paz el 21 de marzo de 1990 como un homenaje a Luis Espinal a 10 años de su asesinato, la película de Jorge Sanjinés ya había sido galardonada con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, España en 1989. Esta película se constituye en la obra maestra del cine boliviano y también en una de las últimas realizaciones de aquel cine urgente que Sanjinés proclamaba, su influencia es perceptible en trabajos posteriores de distintos directores y la necesidad de quitarse el peso de este film ha llevado a algunos realizadores a procurar alejarse lo más posible, en relación a él, de su concepción y realización. Por otra parte el cine posible de Antonio Eguino ha sido la puerta de un cine diferente, que a decir de Laguna y Espinoza es la manifestación del desengaño histórico y el pesimismo político. Al ver las diferencias también encontramos las similitudes, si al principio de los 80 la discusión giraba entre lo que era un cine político y de compromiso social, en los 90 celebramos lo que se llamó el boom y vimos las aristas de un cine en crecimiento, los primeros años del siglo XXI nos han ido demostrando que tal vez el gran logro haya sido pasar de ser un país unitemático a ser multitemáticos y multigenéricos también como una respuesta a los nuevos tiempos que corren.

Entre 1983 y 2008 el cine ha evolucionado como una consecuencia natural de los avances tecnológicos a nivel mundial, la necesidad de un soporte clásico (35 mm) ya no es un requisito indispensable cuando pensamos en una producción cinematográfica. El contexto socio político ha cambiado incansablemente en estos 25 años, desde la recuperación de la democracia, la implementación – decadencia – fracaso del sistema neoliberal y por último la elección y gobierno del primer presidente indígena de Bolivia, todos estos elementos han marcado el cine nacional de diferentes maneras, así pues, han consolidado ciertos lugares comunes a la hora de escribir un guión o de escoger un plano, estos referentes continuos de situaciones habituales en la sociedad boliviana son vistos por Laguna y Espinoza (con la distancia que otorga el tiempo) desde una perspectiva periodística en el sentido de necesidad por dar a conocer un cuarto de siglo que, entre otras cosas, ha dado a luz a la tercera edad del cine.

En 2003 se estrenó comercialmente el primer largometraje realizado en digital, se trataba de Alma y el viaje al mar de Diego Torres, en el sentido práctico este largometraje inaugura una tercera etapa del cine boliviano, que hasta ese momento se había dividido en dos: la época silente y la sonora. Los avances tecnológicos han marcado en el cine boliviano sus etapas y por eso podemos decir que hemos asistido al nacimiento de la era digital y seguido sus primeros pasos, y es de esta manera que El cine de la nación clandestina traduce esta situación en un hecho concreto como es el texto que hoy da forma a una historia que no se detiene.

Descarga el libro aquí

No hay comentarios:


I made this widget at MyFlashFetish.com.